Gota a gota es un esquema de extorsión en la modalidad de préstamo exprés que en México lleva al menos una década implantado, tras ser traído al país por delincuentes de origen sudamericano, especialmente de Colombia y Venezuela.

Estos préstamos son ofrecidos principalmente a personas que tienen comercios, a quienes les facilitan cantidades que van de los 2 mil hasta los 60 mil pesos, o más, sin la necesidad de firmar un contrato.

Por estas condiciones este tipo de préstamos resultan atractivos, porque se cobran pequeñas cantidades diariamente, pero al mes los porcentajes de intereses van del 20 al 50%; es decir, la cantidad que se termina pagando es muy elevada y los intereses moratorios son excesivos.

En México se han presentado casos en los que los operadores de ese crédito cobran con violencia o roban mercancía a los comerciantes para exigir el pago. Es por ello que el Buró de Entidades Financieras (BEF) recomienda que antes de contratar cualquier financiamiento se debe verificar que las instituciones financieras estén autorizadas.

Por lo anterior también se aconseja checar todas las modalidades de financiamiento que existen en el mercado para los pequeños empresarios, con la finalidad de evitar los esquemas de préstamos fraudulentos, como suele ser el denominado gota a gota.

Recuerda que si la institución que te ofrece un financiamiento no se encuentra en el Buró de Entidades, es porque:

Como parte del programa Oaxaca Segura, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) lanzó una alerta a la población sobre el método de fraude y extorsión gota a gota, esquema delictivo que se disfraza de préstamo fácil e inmediato, y que atenta contra la economía e integridad física de la población.

Este esquema delictivo inicia con una oferta engañosa con promotores que otorgarán dinero en efectivo al momento, sin avales, sin consultar el buró de crédito y con requisitos mínimos; estas personas suelen visitar mercados, tianguis y pequeños negocios.

¿Qué sigue? Aunque la cantidad prestada sea pequeña, se imponen intereses altos, a menudo del 20 por ciento diario o semanal, generando una deuda que se vuelve impagable rápidamente.

Casi inmediatamente se da la extorsión, cuando la víctima se retrasa en un pago; entonces los cobradores recurren a la intimidación, el acoso, las amenazas directas contra la persona y su familia, e incluso a la violencia física o el robo de mercancía para forzar el pago.

Desde luego el objetivo de estos grupos de cobro no es solo la usura, sino también la detección de posibles víctimas para otros delitos.