La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo forma parte del rito católico y que cada año los feligreses conmemoran rigurosamente; es una de las fechas más importante en el calendario de esta religión y la representación realizada en la Alcaldía Iztapalapa una de las más importantes de México y el mundo.
La Pasión de Cristo en Iztapalapa se lleva a cabo en los barrios de San Lucas, San Pedro, San Miguel, San Pablo, San Ignacio, San José, La Asunción y Santa Bárbara, que se localizan en el centro de la delimitación territorial de esta alcaldía en la Ciudad de México.
Esta representación tiene como principal cualidad es que son los vecinos los que tienen control total de su organización, así como la responsabilidad de darle vida a cada uno de los personajes; incluso, la preparación toma, sí, todo un año, para garantizar que sea una de las puestas en escena más importantes a nivel mundial por su complejidad, dimensiones y cantidad de turistas que acuden a conocerla.
El momento culminante de esta representación es cuando el actor que personifica a Cristo es llevado al Monte Gólgota; es decir, el Cerro de la Estrella, una formación geológica muy distintiva de la Alcaldía Iztapalapa.
Es tan importante y tan distintiva esta representación que cuenta desde el año 2023 con la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial de México por la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial, organismo del Gobierno de México.
El Vía Crucis tiene lugar año con año dentro de la Semana Santa o Semana Mayor durante el Viernes Santo y de forma vivencial se escenifican las 14 estaciones que hizo Cristo hasta el momento de morir en la cruz. La Pasión de Cristo se vive desde el Domingo de Ramos, cuando se recuerda la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén.
Todo comenzó en 1843, cuando un brote de cólera azotó al pueblo de Iztapalapa; entonces, los habitantes -desesperados por encontrar alivio y protección ante esta enfermedad- prometieron al Señor de la Cuevita representar la Pasión de Cristo, si se salvaban de la esta mortífera epidemia.
Y pues sí, milagrosamente el brote disminuyó y, en agradecimiento, los pobladores cumplieron su promesa, dando inicio a una tradición que se ha mantenido y fortalecido a lo largo de los años.